Ahí viene una nueva oleada,
casi en vuelo rasante,
son los mismos de antes,
no cesan, vuelven a las andadas.
A veces una de estas naves vuelve sola,
y se separa de la formación,
pliega las alas y el timón de cola,
y aterriza con precisión.
No es una máquina de matar,
ni es el pájaro de hierro,
tan temido por los humanos.
Soy el símbolo de la paz,
soy un espíritu y nunca yerro,
y soy venerado por los cristianos.