Me viene a la cabeza
las veces que moré en aquel banco de aquel parque
especulando en cambiarme a mí mismo,
incluido, el mundo que me rodeaba
con sus manos de atrevimiento exterminador.
Yo era un pesimista entonces;
miraba a mi alrededor y me engañaban
los aprietos de la gente con machetes de antojos.
Ellos sí se ahogaban en un vaso de agua debilitada,
ellos tenían padecimientos increíbles,
insomnio reverencial y amores -al parecer-
“dignos de total envidia“.
Me viene a la cabeza las veces que me situé
en el barranco, en el averno, en aquel banco
de piedra fría, menoscabada, inexpresiva...
Yo pensaba en lo mío,
en lo de ellos también llegaba a pensar, sin más.
En ocasiones buscaba soluciones
para la aflicción que estaba padeciendo...,
y únicamente me adormecía.