Por Alberto JIMÉNEZ URE
La incendiaria impronta de «vándalo»
Es incompatible con la naturaleza
Del Ser Humano Intelectual o iletrado.
Arrogo irrefutable
La mía máxima
De abolir cualquier
Arma que, físicamente,
Inflija dolor o abata
A nuestros parientes:
Los de la abominable
Reina [duría] Animalesca.
¿Por qué, entonces,
Tantos entre nosotros,
Con o sin formación académica,
Extramuros y en claustros universitarios,
Adhieren a forajidos y hasta conspiran
Junto a esas infames personas para delinquir?
Cada noche imagino colocándome
Un «corsé» perfectamente confecionado
Con explosivos de extrema peligrosidad,
Y que, perfecto, se ajusta a mi frágil cuerpo:
El de un hombre avocado,
Durante toda su vida, a leer y escribir.
Como si ello correspondiere a exigencias
De un Estado de Justicia y Derecho
Para el cual sólo soy un sujeto
Convicto y confeso [«flagrante»]
De haber cometido Literatura.
¿No serán esas las dolorosas tribulaciones,
Las que me delatan persona falazmente opuesta
A todo cuanto fomente acciones bárbaras
Las que alteran mi Juicio y Razón
En la Paranormal y Centrípeta Fuerza del Caos?
¿Seré persuadido de convertirme
En quien inmolará cuanto se presume
Existencia sobrevenida para inmisericordias?