Un preludio de Brahms que nunca tocaste para él,
un laberinto a orillas del Brenta donde se perdieron un día irrevocable de 1959,
un tren fragoso que por veinte años siguió llevándolo lejos de ti
en cada una de las noches en que pueden desmenuzarse treinta años,
tus últimos ojos cuando doblaste la esquina la última vez que te vio,
tu mano que siguió rozando la suya aun cuando se hubo vuelto indescifrable,
la madurez a deshora que plasma el pasado haciéndolo aún más inevitable
en el juego azaroso de posibilidades abstractas
sobre el tablero de ajedrez de las malas jugadas,
su nostalgia de antaño en la ironía involuntaria de un tango
escuchado a orillas del Río de la Plata: todo esto
y algo más llegó a ser su destino por algún desacierto
en la disposición inicial de las piezas.
El Brenta es un río de Italia