A veces, como una hoja acariciada
por el suspirar de la primavera,
en el fondo de mi alma, tu imágen
inmaculada, tiembla;
o a veces, como una tierna gota de rocío
que resbala sobre la verde hierba,
en el centro de mi corazón inflamado,
tu imágen tiembla;
otras, en la alta noche, como la luz
que titíla una lejana estrella,
en el estro que alberga mi mente,
tu bello ser tiembla:
¡tiembla porque es puro y divino!
¡tiembla cual corazón de quimera!
¡tiemblas amor mío,
mariposa de seda,
porque comprendes que el amor verdadero
es absoluta entrega!
Y yo que, absorto, contemplo
cada ángulo de tu silueta,
cada región de tu alma,
cada pensamiento que en ti despierta:
¡oh, soy dichoso de poder amarte
con todas mis fuerzas!