Alberto Escobar

Marilyn Forever.

 

 

Quizás sea que me faltaron mis padres

cuando más los necesitaba, cuando nací.

Nací de padre ausente y de madre también,

aunque la tenía a mi lado..., casi siempre 

en brazos de hombres desconocidos cuando

no en los de Dionisos. Sé que lo hacía por

olvidar, aunque fuera por un rato, su aciaga

existencia.

 

Crecí, por tanto, sin el cariño de los que me

dieron la vida, cariño que he perseguido

incesante como un Odiseo cualquiera en

busca de su Ítaca.

 

Por eso siempre me atrajeron los hombres 

mayores, como fue el caso de Arthur y de Joe,

que tenían unos doce años más que yo. 

Por fortuna conocí a mi hermana Berenice a

mis doce años, en el mejor momento porque

fui objeto de una feroz violación por parte de

mi padrastro.

 

Ella fue mi compañía, aunque fuera sobre todo

por carta, durante mi periplo por las pantallas;

me pude al menos agarrar a su regazo para no

caer al abismo, donde al final caí, no pude evitarlo...

 

Fui toda mi existencia buscándome sin encontrarme

y conjurando la soledad con hombres, salvo

excepciones, de medio pelo. Buscaba un padre para

mis hijos, hijos que me dieran la compañía necesaria

 para no caer en lo mismo que mamá, la pobre...

 

Arthur me aportó su fuente de sabiduría libresca que

tanto me apasionaba. Mi afición favorita, sobre todo

en los momentos de pleno sosiego, era colarme entre

las páginas de un buen libro, me gustaba especialmente

Rilke y sus \"Cartas a un Joven Poeta\"

que leía y releía sin cesar.

Creo que quien más me quiso fue Joe, que estuvo a mi

lado hasta en el momento de mi muerte. 

 

La depresión se iba adueñando de mi ser hasta que 

se confabuló con los barbitúricos para acabar conmigo.

En plena vieja juventud, cansada de vivir sin vivir.

Así fue mi vida...