Su libro de poemas quedó abierto a la página
que ella más preciada,
su mirada contemplativa,
atrapada al vuelo por los ojos merodeados de él,
divulgó sus pensamientos,
recordando la noche que reservaron
para tentar los dioses de Olimpo
a embellecer su intimidad
con velas estrelladas,
iluminado grietas secretas
de donde la fuente escondida de un río
salpicaba el libido,
apagando paulatinamente la sed
Con sumo placer
ella había saboreado la dulzura del vino
del buqué de la palabras,
servidas en los versos de Novalis,
prendiendo las llamas
de su sagrado himno a la noche