Sentado en el mueble de mi habitación bajo la luz de una vela y una amarga copa de vino que va seduciendo mi paladar. Mientras que la oscuridad invade las paredes y en el fondo se escucha un eterno silencio en el cual retumban miles de perdidos pensamientos. Otra noche en la que el, se sienta frente a mi tratando de ofrecer un trato, donde el es el dueño de mi alma y yo el dueño de tu felicidad. Noche a noche reescribe en una frágil hoja de papel tan amargo convenio. Nos miramos a los ojos y sabemos que no es la primera vez, en la que su oferta no engalana mi imaginación pero sabemos que la perdición de aceptar invade mi desilusión. Verlo sentando en la misma silla noche a noche no trae dolor si no decepción, al saber que el no se irá hasta que no te encuentre en la ciudad del engaño. La vela se consume y la tentación de firmar va incrementando, mientras que en mi mente retumba la melodía que me prometía salvación y mi boca se enjuaga con el sabor del vicio. Una noche más donde el deseo de verte una últimas vez, provoca la firma de un pacto perdido...