Niños perdidos, aunque estén con sus madre,
se mueren de hambre.
Ellos no saben por qué
han venido.
Y se preguntan si éste es el mundo prometido.
Ponédle una escuela libre, y sin mancha con
un jardín con sus flores y sus ramas.
Que aprendan a amar, de verdad que es conocerse
a si mismo y al mundo, que besen cuando llegue el
tiempo de expresar los sentidos.
Que solo sientan pudor cuando no se atrevan y se
confundan con la inocencia.