Baila el péndulo en las tres pistas del tiempo
mientras como cases en lo alto del cucurucho,
desciendo solo entre grandes raíces hacia el río
y me sumerjo entre sus posas vivas, transparentes.
Roza mi corazón de niño el fondo del río,
nadando quedito, con las manos abiertas, suspendido
miro la poca luz que llega hasta el piso de piedras
y entre pequeños peces se queda mi niño escondido.
Ahí está siempre que le busco en mi recuerdo,
caminando entre lianas, troncos y hojas secas,
lo miro saltar entre piedras grandes y redondas
y se camufla en el silencio o debajo de las aguas.
Vivo entre las ramas, ando en la finca grande
donde cantan las piapias, oropéndolas y yiguirros
Mi alma circunda todos los trillos, guindos y caminos
y conoce cada cueva de conejos, cangrejos y armadillos.
Anda y anda mi niño por ese mundo tan solo
con aves que de pronto cruzan el camino
dejando una marca de color y canto en el silencio
con árboles cuyas sombras parecen moverse solas.
Sigue inmóvil como piedra en la orilla de la quebrada
mientras pescas y te miran los barbudos y guapotes,
cuando la tarde se pone el vestido transparente de la noche
y desapareces confundido entre el paisaje.
Ven niño pequeño, niño muchacho, niño mío
que hay más árboles llenos de naranjas luminosas,
una sensación de presencias por todos los caminos
y misterios florecidos que nos ofrecen frutos nuevos.