Jhon Deivy Torres Vidal

PECADO RESIDUAL

La agridulce fruición del pecado

ha escalado mi pecho

como estrecha marea perturbada.

Me queda un ardor del vientre abajo

y arden mis pupilas y mis manos

en rauda sucesión de tantas fiebres.

Mi cuerpo es espiga espoleada

por el viento que expande más las mieses.

¡Ah, el pecado que abate cuando avanza!