I
Camina elegante, con grácil vuelo
de días de otoño y noches teñidas,
y su joven fulgor al alma mía
ilumina, y alzo suspiro al cielo:
pues el hado puso en ella su corona,
como estrella al cielo y al blanco flecha;
y a sus pies me prosterno, mi alma está hecha
a sus ojos, frente y dulce mirada.
A ti escribo cuanto pienso y lamento,
cuanto siento y padezco a ti dirijo
mi voz, mi amor y el mío sufrimiento:
pues paces silente en mi pensamiento,
allá donde siempre hallarás cobijo
aunque de tu favor me encuentre exento.
II
La luz de tu mirada es mi sustento,
hálito del alma en que preso habito;
do libre entre rejas, sin lengua grito
y en amor vano sufro y me lamento.
Mas no es tu dicha, mi amada, el tormento
que acalla razón en dolor infinito:
sino el viento, hielo y fuego que transito
cuando al que odia anhelo sin fundamento.
Volviendo a mí como un vago recuerdo,
naciendo en mis ojos como una lágrima
permaneces, Helvia, ardiendo en mi pecho;
pues tan sólo soy un torpe ignorado,
un gorrión triste, despojado de alas,
un loco, mas un loco enamorado.