Sumérgete por última vez en la playa
de mi mirada, perdida en el cóncavo
de una pregunta indiscreta, profunda
como el horizonte de la vista que hunde
su pie en la orilla vaporosa de las tres de
la tarde, justo a las tres en punto de la
tarde,cuando te plantas con los brazos en
jarra poniendo un definitivo paréntesis a lo
que está siendo pero que no será en breve.
A esa maldita hora en la que abismo mis
dedos atezados por el sol en la bendita arena
para perder mi mirada en la raya inexistente
del fondo, esa línea que remarca el horizonte
de sucesos del agujero negro que retoza
contento al otro lado.
Tras digerir el nuevo fracaso que sigue siendo
estertor discontinuo de un monstruo devorador,
abro mi maleta caliente, fuera de la sombrilla, y
meto mi corazón y mis nervios, envueltos en
desdicha, y atrapo el primer autobús que, por
equivocación, pasa al lado del desconsuelo que
queda pasando la duna de esta maldita playa,
a la que he llegado empujado por el azar de un
sueño, de un sueño roto.