Hoy me abatió una ola, fría e implacable, con violencia
Mis ojos ciegos en el agua enfangada, y mi cuerpo un pañuelo zarandeado,
sujeto a los caprichos de una fuerza incontrolable.
Cuando ya no podía retroceder, preso de su inercia,
me dio por pensar que no podía resistirme, que no debía resistirme.
Más bien comprendí, que debería perderme en el océano, dejarme llevar.
Y entonces quise que la ola me arrastrase a otros mares, a otros mundos vírgenes.
Y de repente se paró el tiempo.
Hoy me abatió una ola,
pero dejé de ser un títere, impávido ante su fuerza
la ola se rompió en mi,
pero pude sentir cómo se desvanecía
No me derribó, ni si quiera me hizo daño,
y yo sigo aquí en mi sitio
y ya no temo a las olas ni a las islas desiertas
sólo iré hacia ellas cuando vengan