No he venido a la vida a ser esclavo
mucho menos que sufra por las penas,
nunca dejo me ciñan con cadenas
ni mi rostro con llantos yo lo lavo.
Me enseñaron luchar y no rendirme
y ceñirme del triunfo los laureles,
y comprende mujer que tus dinteles
con pasión y deseo tu has de abrirme.
Con tus gracias tu puedes seducirme
y pensar que me tienes derrotado,
mas mi pecho lo llevo acorazado
y tristeza jamás ha de cubrirme.
Soy altivo, tenaz, tan aguerrido
que jamás de tu amor seré juguete;
ten cuidado princesa que un grumete
muchas veces el barco ha dirigido.
No prolongues mas tiempo tus rechazos,
yo seré lo que siempre tu has querido,
el delirio que llevas encendido
solamente se apaga en mis regazos.
No le niegues a tu alma que me quiera
y que llena de fe su fuego entregue,
abre niña tu fuente que me riegue
con la brisa de tierna primavera.
Autor: Aníbal Rodríguez.