Ay señora Cleopatra
cuando usted me venda el hielo
le agradezco no lo parta
que se derrite ligero.
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Ay señora Sol María
recoja ya sus muchachos
que con tanta algarabía
van a tumbarnos el rancho.
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Ay señora Margarita
cierre por Dios su ventana
que me alborotan las tripas
el olor de su guisada.
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Ay mi doña Petronila
sea más considerada
cuando saque su escobilla
bárrame también mi entrada.
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Ay vecina Encarnación
cuando prepare galletas
haga por Dios el favor,
cierre ventanas y puertas.
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Ay señora Clodomira
dígale a su hijo Renato
que cuando chilla y rechilla
se escucha todo en mi cuarto.
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Ay Señorita Josefa
sea más desentendida
de las cosas que usted sepa
que involucre a mi vecina.
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Ay señora Micaela
no me escandalice tanto
cuando vayan a la escuela
su pandilla de muchachos.
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Ay vecinita Rosario
no mueva tanto su cuerpo
recuerde que acá en el barrio
hay gente de carne y hueso.
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Ay Señora Guillermina
que manda a decir mamá
que le preste la cuchilla
que tenga más amolá.
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Ay señorita Marlene
devuélvame mi dedal
esa maña que usted tiene
cuando se le irá a quitar.
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Ay vecina, haga el favor
dígale a su ahijado Otto
que traiga el televisor
que tiene ya medio roto.
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Ay señorita Milagros
dígale a su abuela Elogia,
si podemos tumbar mangos
y recogemos las hojas.
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Ay vecinita Yolanda
baje el volumen un poco
que con esa bullaranga
despertaron mi retoño.
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Ay vecina ¡qué tormento!
el que vivimos a diario,
escuchar su sufrimiento
en cada casa del barrio.
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Autor: Alejandro J. Díaz Valero
Maracaibo, Venezuela
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