Regálame en silencio ese tierno beso tuyo
que me cruce los labios pintándome el mañana,
ahondado en tus brazos ser causa del arrullo
y del canto nocturnal que arropa el alma.
A ti te doy el último soplo de mi vida,
la sonata del amor, la danza tierna del deseo,
lo que deja en el regazo la inmensa noche herida,
lo que abre el universo celestial que ahora veo.
Y seré entonces de tus vivencias la quimera,
el que te amó a piel suelta en la llama de una estrella,
y tú serás la bóveda celeste donde el amor se amó.
Y ya nos será el alma, brisa emergida de los mares,
pájaros anidados en sentimientos muy grandes,
retratos de una hoguera, fantasmas del amor.