A ésta hora exacta, cuando desde tus ojos crece el día, nace en el centro de esa luz, el deseo corpóreo de besarte; los brazos pretenden volarse de los hombros para correr a ti, deseosos de crear ese refugio pecho-pecho, perfecto espacio donde anidan seguras todas las esperanzas.
Destilan los labios el sabor intenso, conocido, de los tuyos, una música de perfumes y latidos se acompasa, floreciendo la sincronía perfecta de sístoles y diástoles; el salto de los sentimientos en los corazones, confundiéndose tu vida dentro de la mía, y también viceversa.
Ya lo sabes, lo sé, lo sabemos; ni tiempo ni distancia son rivales considerables del trabajado amor, que se ampara en su fervor de perpetuarse, emparejado y feliz, digno y obstinado.
Tu y yo, somos contendientes de la espera, de las pausas, bastiones para ansias; caudalosos cuerpos que ruedan siempre rumbo al despertar, dueños de las bienvenidas, de las palabras que sacuden y dejan huérfanas a todas las nostalgias.