En aquellas amanecidas vírgenes,
Alguien llegó, bravo, al acantilado,
Y descubrió el tan ansiado resguardo,
Entre olas y Arno de testigos fieles.
Impulsos tenaces en los orígenes,
Con gente de un temor enajenado,
O mera expresión del necesitado,
Atraídos por los hermosos márgenes.
Intuiciones para un grato futuro,
Mientras acuciaban fuertes problemas
Y vivían un presente muy duro.
No habían creado las cantilenas,
Con arranques de un pálpito inseguro,
Y el donaire de las nuevas tareas.