PARTE I
Tu rostro ruborizado
como crepúsculo en la tarde
disimula sentimientos
con manojos de desaires
Vi aletear tus pestañas
como aves alzando vuelo
huyendo del sol poniente
hacia horizontes de sueños,
Qué hermosa caravana
las que forman tus suspiros,
espada de filo agudo
que me tiene el alma en vilo.
Me agrada el silencio roto
por tu amoroso susurro
pues son el eje perfecto
donde giran nuestros mundos.
Cuando contemplo extasiado
la sonrisa que te adorna
siento que a nuestro planeta
nada le falta ni sobra.
En los altares de tu alma
soy el creyente confeso
que busca reivindicarse
en los predios de tu templo.
Mariposa que aleteas
por primaveras movida
dime que el amor que duerme
en su letargo no expira.
Yo corriendo calle abajo
y tú igual calle arriba
roguemos que nuestras almas
en el andar se consigan.
Tu sombra va tras de ti
para evitar que presumas,
aunque ella oscura y opaca
sin quererlo te perfuma.
Dilatando sin dolor
tus ojos paren estrellas
que se van haciendo lunas
cuando comienzo a quererlas.
Hay en tu boca de almíbar
dulzura de miel añeja
que me atrapa en cada beso
por el dulzor que profesan.
Yo soy ese, tu fiel feligrés
en el altar de tu cuerpo
donde aparezco fielmente
a cumplir mi sacramento.
Tus miradas de colores
son inviernos y veranos
sin contar las primaveras
cuando flores deshojamos.
Hay un camino infinito
por donde persigo tu huella
dejando pasos marcados
en piedrecitas y arena.
Tu cabellera huele a viento
tu mirada sabe a lluvia
si me dieran a escoger
no prescindo de ninguna.