Diaz Valero Alejandro José

Romancero atardecido II

PARTE II

Tu rostro ruborizado

como crepúsculo en la tarde

demuestra sin darte cuenta

que tu corazón late y late.

 

Vi aletear tus pestañas

como aves alzando vuelo

el tesoro mas grandioso

de los recuerdos que tengo.

 

Qué hermosa caravana

las que forman tus suspiros,

quiero ser el caminante

que recorra esos caminos.

 

Me agrada el silencio roto

por tu amoroso susurro

lodazal de mil pantanos

donde yo amoroso me hundo.

 

Cuando contemplo extasiado

la sonrisa que te adorna

adivino en ese gesto

que tus pétalos me deshojas.

 

En los altares de tu alma

soy el creyente confeso

donde llego de rodillas

a mostrar mi sentimiento.

 

Mariposa que aleteas

por primaveras movida

besa la flor rozagante

con tus sutiles caricias.

 

Yo corriendo calle abajo

y tú igual calle arriba

tus barrancos y mi abismo

en perspectivas distintas.

 

Tu sombra va tras de ti

para evitar que presumas,

tu delinear perfecto

que va dibujando curvas.

 

Dilatando sin dolor

tus ojos paren estrellas

que titilan incansables

en tantas noches serenas.

 

Hay en tu boca de almíbar

dulzura de miel añeja

caminito de ternura

donde las hormigas llegan.

 

Yo soy ese, tu fiel feligrés

en el altar de tu cuerpo

que con excelsa ternura

te va cubriendo de besos.

 

Tus miradas de colores

son inviernos y veranos

son volcanes que me queman

cuando apenas los miramos.

 

Hay un camino infinito

por donde persigo tu huella

caminito de hierba fresca,

retazos de primavera.

 

Tu cabellera huele a viento

tu mirada sabe a lluvia

cuando juntas se convierten

en los lazos que me anudan.

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Autor: Alejandro J. Díaz Valero

Maracaibo, Venezuela