Por estar viendo las olas
no me quisiste mirar.
Tus ojos, como los míos,
también ansiaban el mar.
Solo observé tu sombrero
y en tu espalda, la cinta blanca.
Aquel día fue el aire viajero
del suspiro que se estanca.
Aunque no quisiste verme,
ni escucharme, ni virar;
no cuentas con que ese día
también pude ver el mar.
Un mar que ya conocía
en las olas de tu mirar,
también era montaña
y cielo, pero sobre todo mar.
Si volvieras algún día
a ese cielo y ese mar;
sería mar que te mira,
yo, viéndote mirar.