Recuerdo tantas ocasiones juntos,
El inagotable manantial de tu sonrisa,
Mi sentir volaba prendido a tu alma,
La imposibilidad se doblegaba.
La inevitable claridad fue quién reveló tu ausencia,
Aniquiló con su presencia el sueño que viví,
Sometió a mí cuerpo al azul frío de la soledad,
En vano luché contra la inminente realidad.
Grite con voz dolosa y fracturada,
Pero el efecto fue siempre inane,
Deambulé por senderos cuya oquedad lastima,
Efímera encontraba tu presencia en objetos.
Mutilaría el tiempo y su incesante andar,
Si con ello garantizara prolongar tu compañía,
Juró que lastimaría de gravedad a la distancia,
¡Sin dudar me declararía culpable y egoísta!
¡Tonto y más tonto! por no disfrutarte más,
Por permitir que las horas pasarán sin sentido,
Porque anhelo la irrecuperable e irrenunciable vida a tu lado,
Agoniza toda bondad en mí… y es mi tragedia.
Llenarme de tu luz, beber de tu boca los besos,
Que curan mis pausados y constantes tormentos,
¡Santo Dios! a tí te pido de ser posible,
Libérame de este cuerpo de muerte.
He pactado con la muerte un buen trato,
Renunciación total a la vida,
Si con ello consigo tenerte por siempre,
Si con ello vuelvo a sentirme vivo.