Cuando vengas a mí no profanes
la paz de los bellos luceros
ni interrumpas el sueño
de las aves que duermen.
Y si acaso tu vienes,
ven con tus pies desnudos
sobre la húmeda alfombra
del silencio nocturno.
Quiero ver tu silueta
deslizarse serena
con tus frutos de octubre
y con la luna inmensa.
Y cuando todo calle
y en tu fuego me abrase;
yo te daré un poema
que no ha sido de nadie.
Cuando vengas a mí,
no me digas palabras...
Para que hablen las almas.