Resultaba en apariencia
la más exigua creación,
tan mermada como enteca,
menesterosa,
insuficiente,
obsoleta,
sobradamente inferior
al bien estructurado discurso poético,
colmado, aquel, de libres estrofas.
La boyante confección
de otros poemas
parecía abrumadora tesis,
incapaz de poder ser superada
desde esa colegiada visión.
Alguien atinó a defenderle
mientras el resto
le ofrecía miradas despectivas.
El intercesor se encogió de hombros
y decidió criogenizarla
hasta la fecha en que
la poesía clásica volviera a enamorar.
El veredicto anunció el triunfo de un predestinado.