Vivir es creer y saber que después de todo y antes que todo está la Vida,
que ésta es siempre más fuerte y grande que todos nuestros problemas juntos.
Es saber que la Vida no depende de ti y que hay cosas que no puedes controlar,
es sentir tu impotencia y jugar con ella…
Es saber que perfecto no eres y que te equivocas y equivocarás mil veces más, es tomar decisiones incorrectas y dejar sangrar el alma
Es ir con la verdad por delante y el corazón desnudo
Es apostarle a una sonrisa y al sol
Es sentirte fracasada y a la mañana siguiente emprender el vuelo otra vez
Es llorar y enojarte, es ir y volver, es arriesgar y sentir
que la vida es un suspiro y no un lamento,
que una caída te hace más fuerte y que un tropiezo vale más que un camino llano.
Vivir es encontrar tu rumbo, hallar tu lienzo y tus colores, es hacer el amor con tu camino,
amar tu barro, ponerte en paz con tu historia, sentirte frágil y dejarte ayudar cuando la tormenta se avecina.
Es compartir el pan y el vino y dejar que alguien te comparta su andar y su cansancio
Es tirar hacia delante, sentarte y descansar pero nunca claudicar.
Es envolverte en el misterio, no saber a dónde y seguir andando
Es confiar y esperar cuando llega el desaliento y la noche oscura
Es extender la mano y recibir un abrazo
Es hacer silencios y pausas y dejar hablar a la Vida
Es saber que hay algo más que no aparece en los periódicos, que no se aprende en un libro,
que no se compra con dinero ni se vende en los supermercados…
Es saber que vives y vives solo con tu camino, de frente con él
solo, porque en él no cabe nadie más y porque no es sino tuyo y que al final
lo que en él escribas eres tu y no el otro
Es dejar de echar culpas y asumir que somos autores y no lectores de nuestra propia vida
Es dejar de “ser como” para comenzar a SER
Vivir es sentir la soledad infinita que aprieta el corazón
y que abre al encuentro profundo y ahí, en esa síntesis contigo mismo
dejar el alma y el cuerpo y, despojado de todo,
sentir que eres humano y que te va la vida en ello.