Me he acostumbrado a un extraño tipo miseria:
ese amor donde se tiene y no se tiene,
donde el deseo y la pasión luchan por rasgar la piel.
me he acostumbrado a besar sin ganas de besar,
a hacer el amor sin amor,
a verme en la penuria de las faldas de una musa.
soplo la llama palpitante de un pecho que no me espera,
ni en la cama, ni en la mesa,
la ducha o en el sofá.
me he acostumbrado a ese amor donde el desespero
hunde el alma,
quema los labios y condena al cuerpo a una clase de frío indescriptible.
Me costumbre a una piel helada,
a la humedad de unas piernas que no me abren camino,
a la presencia ausente de un alguien que desvía la mirada para no incomodar.