¿Qué es lo que queda de lo que te he escrito,
sino un puñado
de letras repetidas, gastadas
hasta ser
una alfombra grisácea de cenizas?
De esas cenizas que se vuelan
al menor soplo del torpe viento,
ese mismo viento que otrora eran etéreas caricias
transoceánicas,
besos de aire con perfume de jazmines
y bosques otoñales.
Peinaré mis canas nuevamente hoy,
me sentaré a tratar de bordar oraciones
con rumor de amaneceres
de limpias primaveras,
con tu imagen sonriente a mis espaldas,
a mi lado, al frente de mi pan y de mi vino
detrás y delante de mis pasos.
Dice el vecino que ayer falleció Castro
y que no ha pasado el recolector de basura.
Digo yo que mi mundo no es el mundo de él,
-de mi vecino-, ni del difunto Castro,
ni del ausente basurero,
Digo que me importa un bledo
lo que ocurre allí afuera.
Digo que mi mundo es tu recuerdo, tu sonrisa,
tu diminuta voz de alondra temerosa.
Entonces vuelvo a escribir viejas palabras
para vos,
pero sin vos,
para mí,
pero ya casi sin mí.
Derechos reservados por Ruben Maldonado.