Yo estaba en la orilla
cuando te trajo el río.
Yo reposaba bajo la sombra
de una pequeña palma
cuando el viento,
fresco perfume de lirios,
susurraba un claro eco
en la tahuampa.
Eras tú,
ninfa suntuosa
en el espejo del agua.
Eras tú
quien cantaba
aquella dulce melodía
que hacía dormir entre arrullos
al agutí y al capibara.