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Hay ciertas palabras
que me mordisquean la lengua,
y he de abrir la boca y dejar que salgan.
Las veces que me dan tregua
y las mantengo amordazadas,
son en verdad someramente contadas.
No se trata de idealizar
fabricándose un mundo nuevo.
Tampoco es síntoma de ingenuidad,
es huir de la dictadura del miedo.
En noche vacía de cuerpos celestes;
escapar del insistente, agudo y sombrío
graznar de cuervos.
Rasgar la débil tela del silencio;
cúpula negra sin destellos emergentes,
desembarazándome al tiempo del desquício.
Abocada al páramo del sacrificio
oteando en la oscuridad una salida
y descubrir del gérmen olvidado,
una brillante y dorada espiga.
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Carmen Campoamor Lizarán
(m.d.a.c.)