Me debato entre silencios que me arrullan en la
noche.
Patria de mis musas y de mis númenes.
Descanso necesario que me da posada y fonda.
Recodo de las calles que me llevan al sótano
de lo más íntimo, de lo más mío, de lo único
importante que abarrota el plasma de mi sangre.
Silencio que me amamanta cada noche al son de
una guitarra que rasguea a lo lejos como canto
de sirena, como reclamo de hogares cálidos que
me arrullaron con mis primeras luces.
Silencio que me devuelve la conciencia de los
posos que mi savia deja al pasar por mis venas.
Silencio que va en busca de las palabras que
expresan la sustancia que brota para confundirse
en el aire ambiente, palabras que lanza puentes
y lazos con quienes escuchan mi canto.
Silencio que triunfará sobre mis versos si no son
más bellos.
Silencio que se hace infinito tras un punto y final.
Silencio compañero y cómplice.