La grieta más profunda en el alma yacía,
y en el florero flores marchitas,
vacío, vacío.
Infinito el universo,
y un páramo muerto y sombrío,
vacío, vacío.
En la multitud seres con vida,
deambula acaso el ser,
vacío, vacío.
Y en el lecho el moribundo
exhala a su fe, una plegaria,
y en ese instante, vacío, vacío.