Mil ochocientos ochenta
y uno. Diciembre. Veintitrés...
No sé cuántos nacimientos
en el universo inquieto...
Uno; una mujer dando a luz
a un niño
con la luz de la imaginación
dentro, bien adentro...
Uno; un hombre, a todas luces,
un genio, todo lápiz sobre papel...
Corazón, alma y verso.
Soledades, exilio y tiempo...
Y el cultivo de las letras
pidiendo a voces tierra y libertad,
paciencia, delirio objetivo,
relativo y soledad...
para que la semilla inserta
germine en útiles palabras,
ramifique en variopintos versos
y fructifique en ansiado poema...
Después, sólo entonces, aún
dar paso preferente
al noble rebuzno del pequeño asno
por el pinar en su resinación,
por los senderos, por los caminos
que salen del pueblo blanco,
que entran en la verdadera era...
Sólo entonces, cálmese la prisa...