Con las manos sudorosas y los labios temblorosos,
con la mirada cristalina, llena de ilusión
le entregaste esas rosas rojas,
mientras trémulo balbuceabas... ¡acéptame por favor!
-Ella... tan engrandecida, por tan sincera y humilde petición
tomo las bellas rosas y a la basura las boto.
-¿Quién te crees que eres, pobre diablo para venir ante mi?
¡toma tus rosas y tus cursis palabras y llevaselas a otra
que sea igual a tí!
El no supo que decir, solo se quedó petrificado
con los ojos llorosos y el cuerpo inclinado.
-Ella se alejo riendo, burlándose de aquel, que le abrió su corazón,
sin esperar, que tan fácil, se lo fueran a romper.
Tomo las rosas y seco su llanto, se irguió de frente
y se fue silbando, pensando que una mujer como aquella...
no merecía su amor, ni su llanto.
LUNA DE HIELO
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