Seré tu contrapunto que precede
al cambio de tu sístole a diástole,
el blanco de tus ojos
cuando empiecen a teñirse de rojo,
la sed que augura el primer trago
y aquel humo que nunca salió del cigarrillo
y se quedó colgado en el techo del mundo
y no me importaba volver a pintar las paredes
de las habitaciones,
me entristecía que volvieran a quedarse vacías.
Y es que cuando mis besos no fueron suficiente amarre
y recurriste al abordaje de un velero en mar tranquilo,
yo quedé varado en aquella playa
con escasa agua,
demasiada brisa,
y escaso de equipaje
intentando buscar aquel tesoro del pirata bucanero
que todas las noches jugaba en mi sueño.
Aquel tesoro, fueron tus ojos.