¡Vuela, colibrí!
Con pequeños pies descalzos y frenesí.
Porque se acerca la agria penumbra
y todavía no has encontrado tu nido.
La inocencia cubre tus grandes ojos
para que no reproches el haber nacido.
¡Vuela, colibrí!
Dejando el frío de tus manitos aquí.
Conviertes tu suerte en melodía
para ser ofrecida con simples caramelos.
Eres agradecido por unos centavos
y con los que ni te regalan un consuelo.
¡Vuela, colibrí!
No pienses que arriba se olvidaron de ti.
Sentir tristeza no es una maldición
y tener miedo no te arrancha la calma.
No dejes que los agujeros de tu ropa
se atrevan a invadir tu noble alma.
¡Vuela, colibrí!
Extiende tus honradas alas al fin.
Migra en dirección del manso viento
con corazón puro emprende el vuelo.
La habitual pobreza jamás te quita
haber ganado un pedacito del cielo.