Al fijarme en sus ojos, mi destino firmé,
fue un encuentro con mis entrañas, con
mis deseos arrastrados desde la lejana
primera vez.
Diríase que mi turbación regresaba a
hacerse de mi voluntad, ya perdía,no
lo podía evitar.
Usted tan descasada y yo en mi soledad.
Tan desvergonzada Usted, yo balbuceando
que nunca la olvidé.
El cuarto del hotel, esa noche nos miró
desde la humedad de sus esquinas a las
sábanas alborotadas, no les dimos a ellas
ni al blando colchón un minuto de tregua,
un respiro, para poner en orden las prendas
que tiradas en el piso, colgadas en la silla,
nos miraban con desdén.
Pobres vestiduras, poco acostumbradas a
tanto ardor como le pusimos a la noche,
Usted y yo.