Ivan Medvedev

Dame

Dame el silencio, oscuro e impregnado

Con el negror estático de la eternidad

En el inmenso tiempo adentrado

De la callada e infinita majestad...

 

Dame la fuerza, monolítica y plena

De la tormenta furibunda en la mar,

De un dragón, de un león, o de ballena,

Capaz de destruir y derrumbar...

 

Dame la lengua, dulce y almibarada

Cual la espesa y azucarada miel,

La lengua del profeta, pura y honrada,

Sin falsedad y sin vacío oropel...

 

Dame el fuego, tan desaforado,

Cual un encendio del seco encinar

De ígneo ardor desmesurado,

¡Y llama que no puede esperar...!

 

Y la palabra, fuerte y acendrada,

Cual un sincero y diáfano cristal,

Limpiadora, radiante y honrada

Con energía y valor inmaterial...

 

Dame sosiego, tan inconmovible

Cual una roca en su fría gravedad

Cual un planeta muerto e insensible,

Te ruego, dame la tranquilidad.

 

Dame bondad y da la esperanza

Del vástago que quiebra el asfalto

Contra el cíbar de la malandanza,

Para creer en todo limpio y alto.

 

Oh dame la cordura insondable

De un abismo cuyo fondo no se ve,

De un anciano griego venerable

Y con la mente renovada cantaré.

 

Depárame el denuedo explosivo

De un cachorro malherido de un león,

Dame el ánimo de lucha decisivo

De decisión de un ignívomo dragón;

 

Y dame voluntad inquebrantable

Como las tersas cuerdas aceradas

Y la constancia mental inagotable

De unas olas en las mares generadas...

 

Dame la férrea salud de un gigante,

Del fénix mítico que suele renacer

De las cenizas y del fuego abrasante

Al que ni llama es capaz de deshacer.

 

Y dame el sopor de mil estrellas

En el espacio que nunca vio el fin

Y déjame seguir en tus huellas

Flotando en el mágico sinfín.

 

Efímera es la humana vida,

No sé si lo de almas es verdad,

Mas con la mente a cenizas reducida,

Te pido: ¡dame la eternidad!