Cuando todavía no existías en carne y hueso
te hacía tan mía que te sentía en mis sueños;
vaya paradoja de los sentidos al sentir esto
debiendo inferir eres tan bella como el cielo.
Por un momento, dude que ello fuera cierto
pues nunca lo había sentido real este cuerpo;
a medida que iba viajando tu geografía entero
mis dudas eran barcos anclando en tu puerto.
La primer palabra de mi boca fue un te quiero,
la 2da fue te amo, carne de mi carne, sediento;
cuando acercaba hacia sus labios sentía fuego:
seguro era el poder de su luz que lleva dentro.
La abracé mis brazos como columnas de deseo,
la bese firme donde solo pueden llegar los besos,
fuimos dos almas en los campos fértil del anhelo
pero un sola bañada por la esencia de lo eterno.