Fue un viernes por la tarde,
llegué más pronto a la casa
y descubrí con sorpresa
que mi esposa me era infiel.
La encontré en brazos de otro
echados en la catrera,
colocados de manera
que no había confusión
Sudorosos, abocados
a largos y linguales besos
y a sexuales excesos
que tuve que presenciar.
De celos e ira poseso,
terriblemente furioso,
me abalancé sobre el coso,
de un saque le derribé
Después me volví hacia ella,
la agarré por los cabellos,
a pesar de sus resuellos,
y del catre la bajé.
Saqué mi facón del cinto,
puse la punta en su cuello,
excepcionalmente bello,
mas cuando se lo iba a clavar
sostuve el facón en mi mano
me contuve de mi arrojo
me apacigüé del enojo
y en segundos reaccioné
¿Por un instante de bronca
habría yo de perderme
y en gayola habría de verme
por esa fayuta mujer?
Me volví sobre mis pasos,
triste y acongojado,
el corazón destrozado
guardé el facón y marché,
Buenos Aires, 11/2016