Me duele que ya no se aprecien las palabras,
que cuando alguien se exprese el otro se ría,
que se prefiera callar por el miedo que,
la ignorancia del prójimo causa.
Que se viva con la garganta a punto de reventar,
con los labios apretados,
luchando por no dejar salir lo que está bajo llave.
Me duele esta generación. Mi generación,
que ya no usa el habla como método de conquista;
el don de la palabra ya está devaluado,
se ha perdido la magia de usar papel y tinta,
de estar todo el día pensando cuáles palabras
serían las correctas, las más aptas para manifestar,
lo que el corazón, que con cada palpitar, dicta,
la frustración de tener mil hojas de papel,
arrugadas, regadas por el suelo;
y la satisfacción de haber logrado escribir
una obra maestra digna de enmarcarse.
El arte de la escritura ya no se practica,
el amor por las tildes se ha borrado,
el uso de la \"h\" se ha confundido;
los signos de interrogación perdieron a su compañero.
La hermosura del lenguaje se ha olvidado;
los ignorantes cada vez son más,
los que se burlan del sabio y conocedor;
el romántico y sensible ahora es marica.
Me dueles juventud que olvidas
quién es Balbuena, Benedetti, Neruda y Rivera,
que confundes el arte con porquería,
que matas las ilusiones y los versos,
que te mofas de tu propia estupidez.
Es por tí que estoy aquí, encerrada,
en la oscuridad anónima de mi habitación,
escribiendo para que no me leas,
soñando sin que me mates.