Paloma, paloma blanca,
única en mi palomar,
con la puerta siempre abierta
por si deseas volar.
Salías; siempre volvías
a dormir al palomar.
Pero un día tu saliste
y no volviste a entrar.
Pasaron semanas, meses,
pensé que no te i a ver más.
Pero un día regresaste
nuevamente al palomar,
ensangrentado el plumaje,
herida de gravedad,
picoteado tu cuello
por una ave rapaz
que te cogió con sus garras
pero pudiste escapar.
Te curé con gran esmero
con un cuidado singular.
Hoy estás bien, sana y limpia,
donde debías estar,
vuelves a estar conmigo,
dentro de tu palomar,
con la puerta siempre abierta
paloma, paloma blanca,
por si deseas volar.
© Balagué