Eterna roca dormida
prendida en mi viejo mechero,
ilumina de amor la travesía
de mi corazón viajero.
Obligada fue mi partida
hacia el inmundo vertedero,
esfumose la rebelde fantasía
con mi joven jardinero.
¡Qué rápido caí rendida
a los ojos oscuros del moreno!
¡Ay qué triste fue mi ida!
Atrapada en un velero,
en un bucle sin salida
naufragó mi corazón sincero.
Desesperada por la vuelta tardía,
recuerdo su fragancia de romero
y lloro lágrimas de valentía
pensando en él, mi jardinero,
soñando que no se olvida
de lo que lo amo y lo quiero.