Detente ahí ni un paso más,
grita desesperadamente algo en mis entrañas
al ver que arriesgo el débil eco de mi ternura
y ella de su amor pasado llora pues el tiempo aún no la cura.
Raíces y grilletes celosas al suelo me aferran, inmóvil,
impidíendome verla, tocarla, sentirla.
Huracanes de angustia desean sus besos,
acechado por las calumnias que debilitan mis huesos.
Inmóvil e impotente no puedo hacer nada;
enraizada en su tristeza, sucumbe ante el brillo de mi mirada,
y rompiendo el celoso hechízo, se acerca y besa mi boca desesperada.