Cuando un hijo se marcha
se siente que de repente
le falta un pedazo al alma.
El corazón se nos oprime
de impotencia y rabia
mientras un dolor indescriptible
por dentro nos desbarata,
y dentro muy dentro
nos desgarra,
se aniquilan sueños,
se truncan esperanzas
y mundos hermosos
se vuelven nada.
Se acaban las lágrimas
y las palabras…
Al morir un hijo
se fracciona el alma
y la existencia misma
se desmigaja.
Se buscan explicaciones,
se buscan fallas
para retroceder al momento
de la desgracia
soñando la dicha imaginaria
de tener al hijo
de nuevo en casa.
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Autor: Alejandro J. Díaz Valero
Maracaibo, Venezuela