Allí estábamos de tarde,
desnudos como el sol,
como una casa abierta
invitando a pasar,
solícitos y frescos.
Manos apuradas,
labios enternecidos,
ojos hipnotizados,
respiración cortada,
piernas sofocadas.
Corazones imparables,
tambores sudorosos
precipitando el ritmo,
llamando la catarsis
con su canción de abismos.
Acople perfecto de la piel
milímetro a milímetro,
cada poro con su poro,
los besos en cualquier lugar,
locos y dispersos.
Tu color de cabello
y el ruido de mi sangre,
tu voz en su agonía
y el crujido de la carne,
abajo, arriba, en todas partes.