El resplandor de tu sonrisa
me estremeció.
Fue como saeta en el hondón
del alma.
Cambió mis pensamientos y
todo el destino.
Para calmarme,
la busco en el sonido del silencio,
en el olor de la tierra mojada,
en la mirada de las estrellas,
en el trayecto de un colibrí
y en el canto triste de una
sombra invernal.
Mi paz, mi felicidad y todo
cuanto sueño,
solitariamente dependen de
su gran misterio.
Aunque sufra en los cañones,
en los bordes de los precipicios,
en las garras de las fieras,
en los mortíferos valles,
no descansaré hasta
alumbrarme en su ardor.