Lo que he sentido… Pésame
entre tus manos el rostro;
abundan los te quiero;
los paisajes ahora no lucen
cuerdos. Faltamos los dos,
pero sabes, en mí es mayor
el vacío.
Quedan tus trazos
cuando aún no se va la noche;
y, la ciudad echa a volar sus dragones
humeantes y yo te necesito
cerca de mi pecho.
Tu voz así desata
el amasijo de arterias.
Después de pensar y pensar
decido no contaminarme…
Y digo que: “Estás aquí”,
como el dios en el que creo;
como todo aquello que es más real
que un nudillo entrando en un ojo
confiado, abierto; aunque no tenga
partes que puedan verse;
a toda velocidad.
Te veo. Digo tu nombre. Te veo.
Te aprendo de memoria.
Olvido las razones accidentales. Creo
que no estoy a la altura –los nervios-,
y ya quiero besar tus manos,
y ya quiero caminar junto a ti.
Y pasa… Y a un lugar
antes inerte le nacen colibríes
y girasoles. Te veo… ¡Ah,
qué hermoso ha sido el mundo!
Y sueño.