Las flores fueron la anestesia
para mi abatimiento Violeta,
como para ti fueron el remedio para tus penas;
porque la ausencia de un amor
para mí también ha sido cruel dolor.
¡Cuántos desvelos en lunas despiertas!
¡Cuántos los lloros sin freno!
¡Y cuántas olas frías me lastimaron del después!
Mas hoy, en la sonrisa de septiembre,
sacudo el mantel con mis desaciertos,
me estrecho en el regazo de mi Osiria,
y en el color del ámbar
escribo las delgadas cuartetas,
un dieciocho limpio que suda su tricolor.