Una invernal noche.
Especial para tomar un trago.
Para reír y divertirse.
Éramos varios amigos y amigas.
Sentados alrededor de una mesa
de una famosa confitería de Buenos Aires.
Ya era mayor de edad.
Me permitieron pasar.
Esperábamos el momento del espectáculo.
Y apareciste tú.
Joven, bella, radiante...
Con muy poco vestuario...
Y comenzaste a danzar...
Pasabas alrededor de nuestra mesa.
No me sacabas tu mirada de encima.
Como la mía de la tuya.
Tu baile era muy sensual...
Tu cuerpo lucía sensualidad total...
Pasadas un par de horas,
nos fuimos levantando.
Dije a mis amigos, amigas,
que me dejaran solo.
Tenía que esperar a esa mujer...
Que diría, ilusamente, bailó para mí...
Apareció.
Ya se iba.
Se acercó a mi mesa.
Nos presentamos.
Conversamos unos minutos.
Me invitó a su pensión.
Era ya de madrugada.
No permitían recibir hombres
en las habitaciones
de sus huéspedes.
Pasé de contrabando unos pesos
al que atendía la portería.
Llegamos a su habitación.
Nos besamos.
Nos desnudamos.
Recorrimos cada centímetro
de nuestra piel con nuestras lenguas.
Y después... llegó el momento esperado.
Introducción total.
Vibraciones de nuestros cuerpos candentes.
Hasta que llegó el final del acto...
enloquecidos de pasión y ardor sensual...
Hugo Emilio Ocanto
Brigada del escenario
09/12/2016